
En la Ciudad de Buenos Aires, Juan Domingo Perón y Domingo Faustino Sarmiento legaron su nombre a dos calles que corren en igual sentido, separadas por una cuadra de distancia, entre el Bajo y Parque Centenario. Esas afinidades y distancias impuestas por los caprichos de la nomenclatura topográfica urbana (aun tan próximas entre sí, ambas aceras jamás se cruzan) parecen reproducir el sino de los destinos, tan similares y tan ajenos, de ambos protagonistas centrales de la historia argentina. Los dos fueron llamados Domingo. Los dos fueron presidentes de la Nación. Los dos alcanzaron el grado de general. Uno fundó el Colegio Militar y el otro egresó de él. Uno soportó 16 años en el exilio de Chile, el otro 18 en España. Uno fundó casi un millar de escuelas, otro escribió que “es peor un bruto que un malo”. Uno falleció a los 77 años en Asunción. El otro, a los 78 años, tras regresar de un viaje a la capital paraguaya. Los dos encendieron pasiones y odios. Los dos dejaron una huella profunda. Y los dos encarnan valores e ideologías que suelen ser rescatados por sectores con perspectivas, a menudo, irreconciliables.
Hay otro rasgo en común: Sarmiento y Perón ganaron en una encuesta de Newsweek sobre 35 historiadores y expertos en historia para determinar al presidente o líder que, por valores, influencia política o impacto histórico, haya sido el más importante de la primera y de la segunda mitad del Bicentenario. Se pudo votar por uno o dos personajes de cada centuria.
Entre 1810 y 1910, el sanjuanino resultó vencedor en una pulseada pareja con Julio Argentino Roca, al que superó por 13 votos a 12, en un podio muy disputado que completó Juan Manuel de Rosas (6). “El siglo XIX tiene varios candidatos”, resume el sociólogo de la UBA Luis García Fanlo. Para el segundo período examinado, 1910-2010, no hubo equivalencias: el fundador del Partido Justicialista arrasó en la encuesta con 22 votos, muy lejos de los radicales Hipólito Yrigoyen (6) y Ricardo Alfonsín (5).
Los argumentos que sustentaron la elección de Sarmiento se apoyan en dos ejes: el impulso a la educación y su pensamiento moderno de la Argentina. “Sentó las bases para una Argentina de altísimo nivel educativo que hoy estamos dilapidando”, señala la doctora en Historia e investigadora del CONICET Raquel Gil Montero. Alberto Sarramone, autor de “Los abuelos inmigrantes. Historia y sociología de la inmigración argentina”, destaca que Sarmiento, “inspirado en la primera democracia en el mundo moderno, intentó y logró consolidar, mediante la educación, el país que festejó el Primer Centenario”. Mientras que Guillermina Georgieff, investigadora de la Universidad Nacional del Sur, apunta que el sanjuanino “legó un ideologema al que hemos recurrido, hasta hoy, los argentinos —e incluso el resto de los latinoamericanos— para poder pensarnos: civilización y barbarie”.
La indiscutible influencia literaria de Sarmiento, con su “Facundo”, es otro aspecto insoslayable. Sarmiento no sólo pensó un proyecto de país sino que tuvo en la función pública el escenario para llevar a cabo su idea, algo que lo distingue de otros pensadores importantes como Juan Bautista Alberdi o Manuel Belgrano.
La elección de Perón, en tanto, radica en su legado político y su impacto social. Pacho O’Donnell lo resume así: “Definió un proyecto, una doctrina y una metodología política que perduran hasta hoy”. Agrega Felipe Pigna: “Perón cambió el perfil productivo y social del país, incorporando al consumo y a los servicios sanitarios, educativos, de seguridad social y de esparcimiento a las grandes mayorías populares”.